
Las afueras de Samarinda a primera hora de la mañana. Los warung como los de la imagen eran un buen sitio para tomar café y aprender indonesio a base de charlar con la gente. Hablar indonesio resultó fundamental cuando realicé mi viaje al interior de la isla.

Un chico de la etnia bugis. Conocidos (y en tiempos temidos) marineros originarios de Sulawesi, se dedicaban al comercio entre islas a bordo de sus elegantes pinisi (barcos de vela).

Estos señores dayak vivían en el último pueblo al que se podía llegar en barco. A partir de aquí había que andar. Eran grandes aficionados a la caza y uno de ellos me quiso advertir sobre los peligros de mi viaje. 'Vete con cuidado, tuan,' me dijo. 'Todo en la selva es nuestro enemigo.' Los bambús que se ven en la canoa están llenos de grasa de jabalí.

Un grupo de dayak punan que iban a recoger nidos de vencejos y que nos acompañaron durante un par de días. Llevan los típicos mandau (machetes) de los dayak con su forma alargada. Se aprecia la doble función de las cerbatanas - como instrumento para disparar dardos y como lanza para cazar presas más grandes como el jabalí. Los contenedores de bambú contienen accesorios para las cerbatanas - dardos, veneno etc, además de musgo seco para hacer fuego.